La Grandeza De Una Madre.


Cuentos para madres




 
Al caer la tarde la acompañaba sentada en la puerta de la casa, era la hora en que llegaban los viajeros en el tren, y mientras ella tejía o leía el periódico observaba a quienes habían llegado, otras veces bajaban hasta el puerto a la hora del arribo de los barcos procedentes de lejanas tierras.
– ¿A quién esperamos?, preguntaba el niño.
– Tal vez vuelva – respondía ella.
El niño sabía de la ausencia del “hombre de la casa”, pero no se atrevía a preguntar más, nunca lo hizo.
Años más tarde juntos viajaron a un pueblo lejano, que el niño tomó como un paseo. Salieron en las primeras horas del día, y al llegar al lugar acompañó a su madre en un deambular de uno a otro lado y hablar con personas desconocidas, mientras él se distraía mirando a los vendedores en sus toldillos ofrecer sus mercancías a los transeúntes, pues era el día de mercado en el pueblo. Al terminar el día emprendieron el regreso.
-¿Qué hemos venido a buscar?- Preguntó el niño a su madre.
– Al “hombre de la casa”, pero ya sé que no regresará.
El niño observó en la mirada de su madre un destello que en ese momento no supo comprender, pero que con el tiempo entendió su significado:
– ¡No me rendiré! ¡Seguiré adelante con mis hijos!
A partir de ese momento les cambio la vida. Tuvieron que mudarse de vivienda e irse a habitar a un sector humilde de la ciudad, en una casa que no ofrecía las mismas comodidades de la anterior. Ella debió salir del hogar para buscar el sustento de sus hijos y luchar como aquel timonel que busca guiar su barco averiado a buen puerto.
Trabajo arduamente para suplir las necesidades de sus hijos, todos en edad escolar debido a su corta edad y teniendo en mente hacer de ellos unas personas de bien a través del estudio y el buen ejemplo.
Entre ellos- madre e hijo- surgió una comunicación entrañable, compartían sus sueños y preocupaciones, ella marcó en la vida del joven caminos que guiaron su formación.
El tiempo pasaba y sus hijos lograban sus metas, y aquella madre como la espiga de cebada declinaba con la madurez de sus frutos. Nunca la vieron llorar ni la vieron rendirse, solo la muerte logró vencerla, y el hijo aquel sintió que con su partida un pedazo de su corazón moría también. Al ver caer el féretro a aquella fosa que contendría sus restos para siempre, recordó lo dicho por su madre refiriéndose al ”hombre de la casa”:
-Ya sé que no regresará.
Y así fue “El hombre de la casa” jamás regresó.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

El Maltrato Animal. ( TEXTO EXPOSITIVO)

El Koala Perdido (TEXTO NARRATIVO)

La Diabetes Y La Importancia De Una Dieta Saludable. (TEXTO ARGUMENTATIVO)