101 Dalmatas. (TEXTO DESCRIPTIVO)






Esta historia sucedi贸 hace mucho tiempo en el coraz贸n de la ciudad de Londres, d贸nde viv铆an felices dos preciosos y encantadores d谩lmatas, Perdita y Pongo, en una casita del centro de la ciudad, con sus amos, Anita y Roger.
Roger era pianista, y se pasaba el dia sentado al piano componiendo preciosas melodias; a Anita le gustaba mucho escucharle porque era un excelente m煤sico.
Anita y Roger ten铆an a su servicio a una dulce se帽ora, ya mayor, llamada Nani. Aquel d铆a, Nani hab铆a limpiado cuidadosamente el s贸tano Perdita estaba a punto de dar a luz.
Pongo y Roger esperaron en el sal贸n, llenos de impaciencia, el gran acontecimiento. Por fin se abri贸 la puerta del s贸tano y apareci贸 Nani.
-¡Son nueve! -anunci贸
-¡Once! -grit贸 Anita desde abajo-.
-¡No, trece!
Poco despu茅s, se enteraron del n煤mero definitivo: ¡Quince!
¡Quince cachorros! Pongo se sinti贸 orgullos铆simo... y completamente feliz.
-¿Qu茅 vamos a hacer con tantos? -pregunt贸 Roger, al verlos.
-¡Quedarnos con ellos, naturalmente -respondi贸 Nani, meciendo a los tiernos cachorritos.
Precisamente esa noche, la malvada Cruella de Vil fue a visitar a Anita, su antigua amiga del colegio. Cuando vio los cachorros, quiso comprarlos todos.
-Os pagar茅 lo que me pid谩is -dijo
-No est谩n en venta -respondi贸 Roger se帽alando la puerta.
Pongo empez贸 a gru帽ir y a ense帽arle los dientes. Entonces Cruella, furiosa, se fue dando un portazo.
-¡Quiero esos cachorros! -murmur贸 Cruella al salir-. ¡Y los tendr茅!
Entonces se dirigi贸 a casa de sus esbirros, Horacio y Gaspar, y les expuso su malvado plan.
-Esperaremos a que les salgan las malditas manchas en la piel -les dijo-. Y entonces, aprovechando el paseo nocturno de Pongo y Perdita con sus amos, actuaremos. Aquella noche, como siempre, Roger y Anita fueron a dar un paseo por el parque, despu茅s de dejar a los cachorros dormidos y al cuidado de Nani.
En cuanto Horacio y Gaspar les vieron alejarse entraron en la casa, encerraron a Nani y metieron en un saco a los perritos.
Cuando regresaron Roger llam贸 a la polic铆a, los cachorros hab铆an desaparecido. Pero Pongo y Perdita pensaron que la "llamada del crep煤sculo", el tel茅fono perruno, ser铆a de mayor ayuda.
-¡GUAU! ¡GUAUUUU! -ladr贸 Pongo, con todas sus fuerza.
Sus mensaje acab贸 siendo escuchado por un gran dan茅s, que viv铆a en las afueras, y se encarg贸 de pasarlo de esta manera a otros perros, y as铆 lleg贸 a todos los rincones del pa铆s.
-¡QUINCE CACHORROS D脕LMATAS DESAPARECIDOS!
Por fin la noticia lleg贸 hasta el Coronel de la granja junto a la mansi贸n de Vil.
-Quiz谩s est茅n all铆 -dijo el gato Tibbs.
-¿D贸nde? -pregunt贸 el Coronel.
-Esta noche he o铆do ruido en la mansi贸n. Me dio la impresi贸n de que hab铆a muchos cachorros, porque no paraban de ladrar.
-Vamos a echar un vistazo! -orden贸 el Coronel.
-¡Por mis bigote! -exclam贸 asombrado a asomarse por la ventana -¡Son much铆simos! ¡Tendremos que comunicarlo a Londres r谩pidamente.
Pongo llevaba toda la noche junto a la ventana.
-Escucha...¡GUAU, GUAU, GUAU! Los han encontrado en una antigua casa de campo -dijo a Perdita.
Los dos perros se pusieron en marcha y corrieron hasta que por fin llegaron a la granja del Coronel y sus compa帽eros.
All铆 les pusieron al corriente de lo que hab铆an visto.
Cuando llegaron a la casa, los esbirros de Cruella estaban viendo la televisi贸n. A煤n no hab铆a llegado el terrible momento: ten铆an que matar a los cachorros.
-Son muchos... -dijo Perdita, contando los perritos-. 1,2,3,4..., 65...,98... ¡Pongo, son 99!
-No te preocupes -murmur贸 Pongo-, Los llevaremos a todos.
Y sigilosamente por un agujero fueron saliendo uno a uno sin que Horacio y Gaspar se dieran cuenta.
Pero al acabar el programa de TV que estaban viendo comenzaron a buscar por todos los rincones.
-¡All铆 est谩n! -grit贸 Cruella que llegaba en ese momento.
-Se dirigen a la vieja granja
Los perritos asustados echaron a correr mientras el gato y el caballo amigos del Coronel les daban su merecido.
-Tenemos que buscar un lugar donde refugiarnos -dijo Perdita en voz baja-. Los cachorros no resistir谩n mucho tiempo. Tienen hambre, fr铆o y est谩n muy cansados.
-Venid a mi granja -les dijo un elegante collie, saliendo a su encuentro-. Pasar茅is la noche en el establo con las vacas, ellas dar谩n leche a los cachorros
Despu茅s de llenar el est贸mago, los cachorros agotados, se quedaron dormidos sobre la suave y perfumada paja.
Mientras el collie comunic贸 su plan a Pongo y Perdita.
-Ma帽ana ir茅is al pueblo.
Los amos de mi amigo tienen un almac茅n y ante la puerta estar谩 aparcado un cami贸n de mudanzas. Os meter茅is en 茅l y os llevar谩 a vuestra casa.
-Pero los esbirros de Cruella nos perseguir谩n -dijo Perdita
-Todo ir谩 bien -respondi贸 Pongo para tranquilizarla.
Al d铆a siguiente se dirigieron al almac茅n pero a pesar de los esfuerzos de Pongo por borrar sus huellas de la nieve, sus enemigos las encontraron.
¡Cruella y sus hombres sab铆an la direcci贸n que hab铆an tomado!
Cuando los perros se dispon铆an a subir al cami贸n, vieron llegar el coche de Cruella.
-¡R谩pido! -dijo el labrador-, escondeos en el s贸tano.
A trav茅s de la ventan, Pongo, Perdita y el labrador vieron c贸mo Cruella, furiosa, bajaba del coche:
-¡Sois unos ineptos! - gritaba
Los cachorros ajenos al peligro se pusieron a jugar con el carb贸n.
-¡Oh, no! -les dijo Perdita
-¡No te preocupes! -dijo Pongo, revolc谩ndose 茅l tambi茅n.
-Se me ha ocurrido una idea.
-Ya lo entiendo -dijo el labrador-, ahora podr茅is pasar por perros labradores y escapar.
Y as铆 fueron saliendo del almac茅n y subiendo al cami贸n ante los ojos de Cruella y sus esbirros. Pero de repente, a uno de los cachorros le cay贸 un copo de nieve, se le quit贸 el holl铆n y volvi贸 a ser ¡un d谩lmata!
-¡Ah铆 est谩n! -grit贸 Cruella.
Pero el cami贸n ya hab铆a arrancado direcci贸n Londres con los perritos.
Cruella furiosa sigui贸 al veh铆culo, pero resbal贸 en una curva y el coche qued贸 destrozado en la cuneta.
Mientras en casa, Anita estaba decorando el 谩rbol de Navidad y Roger la miraba triste en su butaca.
-No puedo creer que Pongo y Perdita nos hayan abandonado -dijo Roger
De pronto
-¡GUAU, GUAU!
-¡Son ellos! -grito Anita
-¡son ellos Roger!
-Mira, ¡hay noventa y nueve cachorros! -No importa -dijo Roger, completamente feliz-.
¡Nos quedamos con todos!
Y como esta casa es muy peque帽a, ¡compraremos otra m谩s grande en el campo!
Los cachorritos...

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